Que duro decirle adiós a un hijo. No es un adiós que le dices a un amigo por muy querido que este sea. Es como si una parte de ti se desprendiese de tu cuerpo y te dijese: "deseo ser yo mismo, deseo volar, deseo ser libre". Y ante una petición como esta no nos queda más que responder: Adelante.
Pero la sensación de desprendimiento es tal, el saber que no estará allí cada mañana cuando despiertes, que queda en el corazón un irremediable vacío. Es justamente el vacío que hemos estado llenando día tras día, año tras año brindando amor y atención a este hijo (a). Y sin la menor duda, este vacío ha sido llenado con creces. Tanto así que ese amor nos ha hecho levantarnos cada mañana preparados para enfrentar cada obstáculo que se nos presente. Ese amor nos ha dado la fuerza para superar cualquier vicisitud en la vida y nos ha traído hasta acá. A este lugar y momento en el que nos toca decir hasta pronto, Dios te acompañe y te guíe.
Y luego de esto el reto que nos queda es encontrar esa razón para levantarnos cada mañana y seguir luchando o seguir fluyendo con la vida. Y es en ese instante, cuando te sumerges en ese vacío profundo, tan profundo que duele en el corazón, que comienzas a descubrir tu verdadera esencia. Una que quizás estuvo escondida o relegada durante todos estos años en el que tu papel primordial fue el de ser madre (o padre). Comienzas entonces a preguntarte qué es lo que hace sonreír tu corazón, que te hace sentir viva(o) y plena(o). Y descubres dentro de ti a una mujer (o un hombre) que quiere sentirse viva(o), que quiere soñar, que quiere triunfar, que quiere hacer todo eso que ha pospuesto por tanto tiempo y por una muy buena causa.
Y entonces te das cuenta que la vida ha sido tan generosa que te dio un regalo de un valor incalculable: tu hijo(a), y ahora, no conforme con esto, te da la libertad para que tu también vueles, para que seas tu misma(o), para que ese vacío sea llenado sólo con aquello que hace vibrar tu alma. Y nuevamente nuestra respuesta debe ser: Adelante, allá voy, Dios me acompañe y me guíe...
A mi hijo y mi razón para vivir de muchos años