Erase una vez una princesa muy feliz, era linda y siempre andaba muy sonriente. Su padre el Rey la amaba con pleitesía. Vivía con todos sus hermanos en un sitio muy hermoso y de mucha luz, plena de felicidad. Con un cielo siempre azulado, tanto como las aguas del mar. Se la pasaba revoloteando, complaciéndose con las flores y el aire puro que olían a lo más maravilloso que el olfato pueda percibir. Se sentía tan libre como una mariposa, sin compromisos, ni preocupaciones sobre qué hacer con su inagotable tiempo. Le encantaba soñar, soñar que era un pájaro y que volaba sobre el reino de su Padre, contemplando las maravillas que éste tenía para ofrecerle. Soñaba también con ser un hermoso pecesito de colores inundado con la inmensidad del mar.
Un día la tierna y dulce princesa decidió soñar algo más, decidió demostrarle a su padre que ella podía ser como El, que era capaz de inventar un mundo como el que El tan sabiamente gobernaba. Ese día se durmió y comenzó su profundo sueño. Soñó que entraba en un tunel oscuro que no pudo reconocer como su hogar y se asustó tanto al no ver a su padre y a sus hermanos que empezó a llorar. Sus lágrimas no le permitían atisbar la luz al final del tunel. A través del miedo y las lágrimas comenzó a crear su mundo. Entonces empezó a ver guerras y violencia, separación, muerte y desamor. Se vio a sí misma protagonizando esta película junto a sus hermanos. Pero en su sueño ellos no eran gentiles y amorosos, sino que en sus ojos descubrió rabia y venganza por tener que vivir en ese mundo de miedo y terror que ella había creado. Pero muy en el fondo de su alma, la princesa sabía que ella no pertenecía a ese lugar de horror y de traición.
Echó a andar y a su paso se encontró con algunos de sus hermanos que sí conocían la verdad. Le hablaron de su hogar y entonces recordó y sintió que todo cuanto le narraban era cierto. Que era lo más certero que había escuchado durante su estadía en aquél mundo.
En aquel momento la princesa comenzó a llorar pero de alegría. A través de sus lágrimas pudo contemplar una hermosa luz que le decía:
- Hija, ¿me recuerdas?
- Soy yo, tu Padre, aquí estoy esperándote con los brazos abiertos. No estamos completos sin tí. Ya quiero de nuevo verte aquí revoloteando por estos bosques.
La princesa le contestó:
- Padre quise hacer mi propio mundo, ¿en qué falle?
El padre le dijo:
- Que otra cosa puede haber aparte de la plenitud y el amor, que no sea separación y desamor?
- ¡No podías crear algo bello y perfecto que ya no te hubiese sido dado, excepto la fantasía de la escasez y la culpa de estar alejada de tu hogar!
- Te amo mucho, te amo tanto que tienes miedo a escuchar mis sugestivas y dulces palabras que te harían dudar en un instante de desear permanecer en ese sitio de miedo y horror. Sin embargo, te hice libre, tan libre que puedes continuar tanto como desees en ese mundo que creaste y del que te creíste merecedora.
- ¡No tienes hija que demostrar que eres como yo, o que tienes las mismas facultades de tu Padre! Cómo no habrías de tenerlas si te hice al igual que yo: Completa y Total.
¡No te falta nada, sólo lo que puedes soñar que te falta! lo cual no sería nunca verdad, porque sería sólo un sueño.
- Si es tu voluntad permanecer en ese sueño, yo la respeto y te sigo amando con la misma intensidad. Pero recuerda hija, que eres merecedora de la felicidad estés donde estés. Es el regalo eterno de tu padre, así como la libertad y la paz. Sin embargo, sólo podrás ver esa felicidad, esa paz y esa libertad, cuando seques tus lágrimas de tristeza y miedo y comiences a reír y llorar de felicidad, porque al fin recordaste que todo era solamente un sueño que un día deseaste soñar.
Con amor
Un día la tierna y dulce princesa decidió soñar algo más, decidió demostrarle a su padre que ella podía ser como El, que era capaz de inventar un mundo como el que El tan sabiamente gobernaba. Ese día se durmió y comenzó su profundo sueño. Soñó que entraba en un tunel oscuro que no pudo reconocer como su hogar y se asustó tanto al no ver a su padre y a sus hermanos que empezó a llorar. Sus lágrimas no le permitían atisbar la luz al final del tunel. A través del miedo y las lágrimas comenzó a crear su mundo. Entonces empezó a ver guerras y violencia, separación, muerte y desamor. Se vio a sí misma protagonizando esta película junto a sus hermanos. Pero en su sueño ellos no eran gentiles y amorosos, sino que en sus ojos descubrió rabia y venganza por tener que vivir en ese mundo de miedo y terror que ella había creado. Pero muy en el fondo de su alma, la princesa sabía que ella no pertenecía a ese lugar de horror y de traición.
Echó a andar y a su paso se encontró con algunos de sus hermanos que sí conocían la verdad. Le hablaron de su hogar y entonces recordó y sintió que todo cuanto le narraban era cierto. Que era lo más certero que había escuchado durante su estadía en aquél mundo.
En aquel momento la princesa comenzó a llorar pero de alegría. A través de sus lágrimas pudo contemplar una hermosa luz que le decía:
- Hija, ¿me recuerdas?
- Soy yo, tu Padre, aquí estoy esperándote con los brazos abiertos. No estamos completos sin tí. Ya quiero de nuevo verte aquí revoloteando por estos bosques.
La princesa le contestó:
- Padre quise hacer mi propio mundo, ¿en qué falle?
El padre le dijo:
- Que otra cosa puede haber aparte de la plenitud y el amor, que no sea separación y desamor?
- ¡No podías crear algo bello y perfecto que ya no te hubiese sido dado, excepto la fantasía de la escasez y la culpa de estar alejada de tu hogar!
- Te amo mucho, te amo tanto que tienes miedo a escuchar mis sugestivas y dulces palabras que te harían dudar en un instante de desear permanecer en ese sitio de miedo y horror. Sin embargo, te hice libre, tan libre que puedes continuar tanto como desees en ese mundo que creaste y del que te creíste merecedora.
- ¡No tienes hija que demostrar que eres como yo, o que tienes las mismas facultades de tu Padre! Cómo no habrías de tenerlas si te hice al igual que yo: Completa y Total.
¡No te falta nada, sólo lo que puedes soñar que te falta! lo cual no sería nunca verdad, porque sería sólo un sueño.
- Si es tu voluntad permanecer en ese sueño, yo la respeto y te sigo amando con la misma intensidad. Pero recuerda hija, que eres merecedora de la felicidad estés donde estés. Es el regalo eterno de tu padre, así como la libertad y la paz. Sin embargo, sólo podrás ver esa felicidad, esa paz y esa libertad, cuando seques tus lágrimas de tristeza y miedo y comiences a reír y llorar de felicidad, porque al fin recordaste que todo era solamente un sueño que un día deseaste soñar.
Con amor
I.C.L