sábado, agosto 29, 2015

Hermano colombiano, te queremos!


No podía dejar pasar la ocasión de compartir todas las emociones que he vivido en esta última semana desde mi regreso a Venezuela desde Colombia.

Pero antes de comenzar quiero contarles que soy Venezolana de nacimiento y sentimiento, pero también soy Colombiana, de abuela cucuteña. Sangre colombiana corre por mis venas de lo cual me siento muy orgullosa.

Hasta hace pocos años decidí reconciliarme con esas raíces ya que mi abuela decía que era venezolana cuando realmente era colombiana (quizás para no sentir el rechazo que en la época existía hacia el colombiano que venía a Venezuela en busca de nuevas oportunidades). 

Fue entonces cuando viajé más allá de Cúcuta y fui a Bogotá. Siendo una ciudad muy hermosa no me sentí identificada con su ajetreada rutina. No obstante, cuando pisé Medellín, tierra Paisa, sentí que vibraba con esa ciudad. Observé en sus habitantes una cordialidad que sobrepasa la amabilidad del andino venezolano, sentí un clima aún más fresco que el de mi querida San Cristóbal, percibí un empuje propio de los países del primer mundo: un pueblo realmente decidido a ser cada día mejor.

Quedé embrujada por esa maravillosa ciudad y por el lema del momento que era: Colombia, el riesgo es que te quieras quedar. Y que cierto que fue!

Sentía que su música era nuestra misma música y que sus raíces eran también las nuestras. Su hermosa cordillera una extensión de las majestuosas montañas que se alzan en los Andes venezolanos. A su vez, percibí la calma del andino venezolano combinada con el vos, la chispa y el regionalismo del marabino. Una mezcla realmente encantadora y muy atractiva para mí que he crecido entre estas dos tierras y que me hacían sentirme como en casa.

A partir de ese momento Colombia ha sido para mí mi segundo hogar. Su gente me ha acogido como una más. Me han servido de guía turístico, cordiales anfitriones y grandes maestros. Sólo puedo estar agradecida hacia los colombianos.

Recientemente, hace una semana, regresando de Medellín, me vi enfrentada a la difícil situación de atravesar una frontera cerrada por la incongruencia y la irracionalidad del gobierno venezolano. Siendo venezolana me vi forzada a dormir en Cúcuta (nuevamente acogida por excelentes anfitriones) y al otro día me arriesgué a irme al puente Simón Bolívar sin saber si podría cruzar la frontera hacia mi propio país. Que ironía! 

Afortunadamente corrí con la suerte que justo cuando yo llegué comenzaron a dejar pasar a los venezolanos, cédula en mano. Puedo decir que me considero afortunada y agradezco a Dios por haber llegado en el momento justo. Muchos compatriotas no corrieron con la misma suerte y se vieron forzados a cruzar a través de ríos y trochas, amenazados por un estado de excepción y sin garantías constitucionales. No obstante, la sensación de impotencia que sentíamos la cantidad de venezolanos allí aglomerados, intentando entrar a Venezuela, era indescriptible. Cuando nos avisaron que nos dejarían pasar, las personas que allí estaban (muchos desde días antes) comenzamos a cantar el himno nacional. Finalmente nos acomodaron en dos filas, hombres de un lado y mujeres del otro, y nos hicieron pasar en fila mostrando nuestra cédula de identidad. No pude dejar de sentirme como los judíos en los tiempos de los Nazis. Fue una sensación realmente triste.

Pero eso en verdad no fue nada comparado con la tristeza que me ha embargado al ver las imágenes de la gran cantidad de colombianos deportados sin ningún tipo de consideración, dejando detrás los que por años fueron sus hogares, cargando sobre sus hombros con lo poco que podían llevar consigo y cruzando la frontera a través de los ríos. Muchas de sus viviendas fueron cruelmente destruidas para asegurar que no hubiese vuelta atrás. Una situación sin precedente en las relaciones entre estos dos países hermanos.

Ante esta situación le escribí a cada uno de mis queridos amigos colombianos para transmitir la vergüenza y el dolor que sentía por el trato inhumano que estos hermanos estaban recibiendo en Venezuela. A lo que sólo respondieron con palabras de solidaridad y apoyo.

Hoy sábado, 31 de agosto leí una noticia que me llegó al alma. Una campaña organizada por el diario Colombiano denominada: Chamo, te queremos. Que lección de humildad tan grande. Nuestro gobierno los echa como perros y ellos nos dicen, hermano venezolano, estamos contigo.


Ante este hermoso gesto, no podía menos que escribir estas líneas, líneas de agradecimiento, líneas de admiración, pero sobre todo líneas de hermandad. Hermano colombiano, te queremos.    

domingo, julio 19, 2015

Cuando los hijos se van

Que duro decirle adiós a un hijo. No es un adiós que le dices a un amigo por muy querido que este sea. Es como si una parte de ti se desprendiese de tu cuerpo y te dijese: "deseo ser yo mismo, deseo volar, deseo ser libre". Y ante una petición como esta no nos queda más que responder: Adelante.

Pero la sensación de desprendimiento es tal, el saber que no estará allí cada mañana cuando despiertes, que queda en el corazón un irremediable vacío. Es justamente el vacío que hemos estado llenando día tras día, año tras año brindando amor y atención a este hijo (a). Y sin la menor duda, este vacío ha sido llenado con creces. Tanto así que ese amor nos ha hecho levantarnos cada mañana preparados para enfrentar cada obstáculo que se nos presente. Ese amor nos ha dado la fuerza para superar cualquier vicisitud en la vida y nos ha traído hasta acá. A este lugar y momento en el que nos toca decir hasta pronto, Dios te acompañe y te guíe.

Y luego de esto el reto que nos queda es encontrar esa razón para levantarnos cada mañana y seguir luchando o seguir fluyendo con la vida. Y es en ese instante, cuando te sumerges en ese vacío profundo, tan profundo que duele en el corazón, que comienzas a descubrir tu verdadera esencia. Una que quizás estuvo escondida o relegada durante todos estos años en el que tu papel primordial fue el de ser madre (o padre). Comienzas entonces a preguntarte qué es lo que hace sonreír tu corazón, que te hace sentir viva(o) y plena(o). Y descubres dentro de ti a una mujer (o un hombre) que quiere sentirse viva(o), que quiere soñar, que quiere triunfar, que quiere hacer todo eso que ha pospuesto por tanto tiempo y por una muy buena causa. 

Y entonces te das cuenta que la vida ha sido tan generosa que te dio un regalo de un valor incalculable: tu hijo(a), y ahora, no conforme con esto,  te da la libertad para que tu también vueles, para que seas tu misma(o), para que ese vacío sea llenado sólo con aquello que hace vibrar tu alma. Y nuevamente nuestra respuesta debe ser: Adelante, allá voy, Dios me acompañe y me guíe...

A mi hijo y mi razón para vivir de muchos años

domingo, junio 21, 2015

Los Adioses


No sé si sólo me ocurre a mí pero a veces siento que en la vida hay demasiadas despedidas, más de las que en verdad quisiera. Y sin más te encuentras en la sala de un aeropuerto o en la puerta de tu casa diciendo adiós a alguien que quieres y no puedes evitar que el corazón se arrugue y que una parte de ti se revele ante esta experiencia. Tanta es la rebeldía de tu corazón que comienzas a imaginar que pasaría si no te fueras, o si esa persona no se fuese. Pero no pasa mucho tiempo sin que te des cuenta que, la mayoría de las veces, así es como debe ser, y que este adiós traerá más cosas buenas que malas y que la despedida, aunque duele, también representa la posibilidad de ser libres y de crecer.

Después de todo así es la vida. Nos apreciamos más cuando estamos lejos. Por el contrario, cuando vivimos cerca, muchas veces no valoramos la presencia del otro, no apartamos el tiempo suficiente para compartir con esa persona, no decimos lo mucho que le amamos o le extrañamos cuando no está.

Curiosamente la distancia parece hacernos valorar más aquello que no podemos tener cerca. Y cuando estas allí esperando por el reencuentro, la sala del aeropuerto luce diferente, se ve como más iluminada, y sólo imaginas el rostro de esa persona llegando y diciendo hola. Es allí cuando te das cuenta que en verdad existen tantas bienvenidas como despedidas y que lo que es común en ambas es el caudal de emociones que fluye por tu ser y te recuerdan que estas vivo y que eres capaz de amar y de extrañar.


Y luego, cuando está persona está cerca, queremos aprovechar cada instante y alargar los minutos para que no terminen. Pero por más que lo intentemos el final es predecible, siempre terminaremos en la sala del aeropuerto o en la puerta de la casa diciendo un adiós que rápidamente, y para apaciguar el dolor, se transforma en un hasta pronto.

jueves, junio 18, 2015

Reunión de Negocios


Los invito a leer Reunión de Negocios en el blog de mi hermana Alba Labarca  www.caminando-al-despertar.blogspot.com.es

Este artículo me gustó mucho porque desnuda la realidad de quienes somos detrás de nuestros roles y máscaras (las cuales se desmontan cuando nos quitamos nuestros disfraces y salimos como uno más a pasear a nuestro perro), y nos habla sobre como nuestro Ser interno tarde o temprano clama por expresarse, dando lugar, en algunas ocasiones, a crisis existenciales que sólo pueden llevarnos a ser una versión más auténtica de nosotros mismos.

En su experiencia personal (la de mi hermana) este artículo narra lo que en su imaginación está ocurriendo en las mentes de quienes participan en una reunión de negocios.

martes, junio 16, 2015

Bendita crisis

Esta frase la tomo prestada de un conocido terapeuta: Luis Galdona y lo hago porque es algo que he podido constatar en mi propia vida. Los seres humanos nos crecemos en las dificultades que nos toca vivir.

Es también cierto que existe una gran resistencia al cambio en la mayoría de nosotros y es que a nadie le gusta salirse de su zona de confort donde lleva seguramente años, muy bien acomodado. Y como dice el dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer” así es que mejor me quedo en este matrimonio aunque no está del todo bien, o en este trabajo o en este círculo de amistades y pare Ud. de contar.

Y posiblemente el que mira desde afuera o el que ya pasó por allí dirá: pero bueno qué hace él (o ella) allí? Por qué soporta a esa pareja o a ese jefe? Y quizás ni él/ella misma lo sepan responder. No están del todo contentos pero al menos eso es lo que conocen. Allí saben cómo moverse, qué esperar y qué no.

Pero como la Vida es sabia y hemos venido a este mundo a evolucionar y a aprender, a pesar de encontrarnos tan “a gustito” allí en esa zona de confort; en muchas oportunidades se nos saca, hasta incluso a empujones, y se nos impulsa a salir de ese estado de letargo en el que nos encontramos.

En algunas circunstancias un evento inesperado llega a nuestra vida cual terremoto y luego de irse nos deja toda la vida revuelta. En otras ocasiones estos eventos no son tan imprevistos pero de igual manera nos mueven el piso y de un día al otro nos encontramos preguntándonos qué hago yo acá y qué quiero hacer con mi vida.

Y aunque todo parece estar de cabeza y por momentos sentimos que podemos llegar a locura y que no seremos capaces de sobreponernos a todo esto, algo dentro de nosotros se comienza a despertar. Y empezamos a sentir que aun cuando la casa está toda patas arriba, y que no sabemos aún con certeza dónde colocaremos cada cosa, o si algunas de esas cosas las regalaremos o si finalmente nos mudaremos de casa; sí sabemos que nos sentimos vivos y que lo que pase a continuación depende de una sola persona: NOSOTROS MISMOS. 

Y es allí donde la gran aventura comienza y es como recorrer un largo camino que no sabemos con certeza a donde nos va a llevar, que muchas veces dudamos si será el correcto, donde en más de una ocasión nos sentaremos a llorar porque extrañamos esa zona de confort en la que estábamos antes y empezaremos a decir que quizás no era tan malo después de todo. Pero al final de la jornada, o al menos del día, cuando miramos atrás y vemos el tramo del camino que hemos recorrido, tendremos que admitir que hemos crecido como seres humanos. Que indiscutiblemente ya no somos los mismos que comenzamos a recorrer ese camino, que no es fácil, pero que no lo cambiaríamos por nuestro antiguo Yo.

Es en este momento cuando nos damos una palmada, nos enorgullecemos de nosotros mismos y pensamos: Bendita crisis. Quizás yo no la planifiqué conscientemente, quizás si me lo hubiesen preguntado habría respondido: déjenme acá tranquilo(a) donde estoy; pero una vez más, nuestro Ser, Dios, la Vida o como lo quieras llamar es sabio y conoce lo que más nos conviene.

Y aunque es muy doloroso lo que estamos viviendo todos los venezolanos. Aunque en este momento vemos la casa patas arriba y el terremoto está aún ocurriendo, haciéndonos pensar que no terminará jamás, si lo hará. Y es entonces cuando nos daremos cuenta que necesitamos empezar a poner juntas todas las piezas que se rompieron y comenzar a colocar todo en orden. Posiblemente algunas cosas no tendrán remedio y tendremos que botarlas, pero con la ayuda de todos podremos reconstruir de nuevo la casa: Nuestra Venezuela, que es de todos. Un país en el que todos cabemos, porque no fue hace tanto tiempo en el que todos los venezolanos nos mirábamos como hermanos.

Pero es cierto, no seremos los mismos. Y más vale que así sea. Porque no podemos permitirnos volver a cometer los mismos errores. Y seguramente que aunque diferentes, seremos aún mucho mejores de lo que éramos hace quince años. Y quizás, Dios quiera que así sea, hayamos aprendido la lección: no podemos ser felices, ni ricos, ni saludables si nos olvidamos de nuestros hermanos. El Individualismo es lo que nos ha llevado a esta crisis y la Unión lo que nos puede sacar de ella. Así que Bendita Crisis

lunes, junio 15, 2015

El orgullo de ser gocho

Yo soy maracucha, nacida y criada en Maracaibo. Orgullosa de mis raíces zulianas. De padre de Santa Bárbara del Zulia y madre gocha. Una mezcla un poco extraña porque creo que son dos de las regiones de Venezuela con idiosincrasias más dispares.

Crecí escuchando bromas en contra de los gochitos, cosa a lo cual nunca le di importancia porque sabía de fuente directa que de tontos no tenían nada. Con siete presidentes venezolanos gochos y un gran don de mando, si parecieran ser tontos sería sólo en apariencia y más bien por conveniencia.

Los gochos son cordiales, conservadores en sus gastos y costumbres, y más bien cerrados en su círculo de amistades (pocos te abren las puertas de su casa apenas te conocen). Tienen algo que siempre me ha conquistado: difícilmente sabrás a primera vista cuando un gocho es adinerado o de los estratos más humildes. Su educación e impecabilidad al vestir y hablar hace de esta tarea algo bastante difícil. Por otra parte la sencillez de los que más tienen harán que pasen desapercibidos poniéndolos a todos, indistintamente de su clase social, en una línea muy cercana y difícil de diferenciar.

Todo lo contrario a mis coterráneos maracuchos, a quienes les encanta mostrar lo que tienen y en quienes las diferencias sociales están más marcadas. No obstante, debo decir a su favor que el calor de los maracuchos no es sólo por sus entre 30 y 40 grados centígrados de temperatura permanentes, sino también por su calidez para recibir y acoger a cuanto visitante acaban de conocer, llevarlo a su casa, presentarle hasta a el gato y luego darle su cama para que pueda descansar.

No obstante, este artículo es sobre los gochos y sobre como yo, luego de llevar viviendo en San Cristóbal más de 18 años y de haber criado a mi hijo en esta tierra, hoy me siento más orgullosa que nunca de mis raíces andinas.

Y eso por qué? Muy sencillo, mi orgullo se remonta a febrero del 2014. Comenzando el día 2 de con la primera reunión convocada por María Corina Marchado y Leopoldo López, momento en que el pueblo acude al llamado y se reúne para intercambiar ideas sobre los problemas que nos aquejaban y las posibles soluciones. Luego el 5 de febrero, tiene lugar, de manera espontánea, una protesta pacífica en la Universidad de los Andes, región Táchira, en reclamo por la inseguridad, debido a un intento de violación de una compañera dentro del campus universitario. A esta protesta las autoridades estadales reaccionaron atacando y llevándose presos a varios estudiantes, acción que generó un estallido en una ciudad ya azotada por el desabastecimiento y las largas colas para colocar gasolina.

Esto fue el preámbulo de lo que serían dos meses y medio de lucha de un pueblo, contra la represión del gobierno de Nicolás Maduro. Dos meses y medio que sólo los que vivimos en San Cristóbal podríamos entender. Y un lapso en el que este pueblo aguerrido se ganó el respeto de toda Venezuela, del mundo y, por supuesto, el mío. 

Esta lucha dejó cientos de detenidos y más de cuarenta fallecidos, pero también sirvió para desenmascarar al gobierno de Venezuela, que venía exhibiendo una fachada de “democracia” basada en una cantidad exagerada de procesos electorales, que sólo pueden demostrar la necesidad del régimen de hacerse ver como demócratas frente a la opinión internacional.

Es así como el sufrimiento que vivimos durante esos dos meses, ese toque de queda autoimpuesto luego de las doce del mediodía de cada día, trajo sus frutos. Y sólo por recordar y darle mérito a quien lo tiene. Lo que comenzó en la Universidad de los Andes pronto se extendió a la Universidad del Táchira, donde los estudiantes atrincherados en su Casa de Estudio, se organizaron para defender la libertad.

Seguros de que el socialismo del siglo 21 no tenía nada que ofrecerles sino miseria, prefirieron arriesgar sus vidas con la esperanza de tener un futuro más prometedor. Y lo suyo hicieron los vecinos quienes defendieron a capa y espada a estos estudiantes. Les llevaron comida, medicinas y se ocupaban de avisar, empleando cacerolas, incluso a altas horas de la madrugada, sobre los ataques nocturnos que la guardia nacional les propiciaba para tomarlos desprevenidos.

Pero ellos se mantuvieron firmes en sus ideales. Tomaron la Avenida Carabobo y el tanque de guerra como símbolo de su  lucha. Sufrieron algunas bajas, pero nada los detenía. La lucha que comenzó por los estudiantes se extendió al resto de la ciudad que pronto estuvo llena de guarimbas por doquier. Independientemente de las críticas que las guarimbas hayan sufrido a lo largo del territorio nacional, la gran verdad es que los gochos se enfrentaron con gallardía al régimen y lo hicieron tambalear.

Lamentablemente, sólo los gochos, y algunos merideños, maracuchos y valencianos valientes (pero en verdad muy pocos) dieron la lucha que Venezuela necesitaba. Los dejaron solos. En ocasiones veíamos mensajes de apoyo por las redes sociales. Quizás el resto de Venezuela pensó que era suficiente con la lucha de los gochos para sacar a un gobierno que la mayoría se ocupa en criticar (pero sólo eso), quizás el resto se quedó esperando a que los otros se arriesgaran y se expusieran por ellos, quizás el miedo se ha apoderado del venezolano... No lo sé. Y si no por qué otra razón el resto del país se conformó con ver las noticias por CNN y hacerle barra a los gochos? Aún me lo pregunto y no tengo respuestas…


Yo viví cada día de esos dos meses y aún los recuerdo. Recuerdo la avenida Caracobo y su tienda de campaña y el tanque de guerra y unos cuantos jóvenes jugando a ser libertadores de un país, con la esperanza en sus ojos, y unas cuantas calles cercadas con alambre para protegerse de la guardia y de la desigual lucha entre piedras y pistolas. Y esas calles desoladas que me hacían recordar al lejano oeste y aquel clamor de los gochos por volver a ser libres… y yo sólo pensaba, Dios, qué orgullo se siente el tener sangre gocha corriendo por mis venas!

domingo, junio 14, 2015

Despierta por Dios despierta!

Mi Venezuela Querida! La Patria de Bolívar! Cuanto dolor siento al verte así!

Y siento impotencia y rabia, pero no sólo contra el gobierno, por habernos llevado al caos, sino también contra mis compatriotas y hasta contra mi misma.

Y me pregunto: Si es cierto que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” qué ha pasado y sigue ocurriendo con nosotros los venezolanos que le hemos permitido a este gobierno traernos hasta este punto?

Qué pasó con el bravo pueblo de Bolívar y con el ejemplo que Caracas dio? Qué pasó, y sigue pasando, que nos resignamos a vivir nuestras vidas en una cola para comprar los alimentos de la cesta básica (si es que los encontramos), las medicinas y hasta la gasolina, en el país con las mayores reservas petrolíferas del mundo? 



Cómo llegamos a este punto?

Aún recuerdo cuando decíamos: "acá no va a pasar lo que pasó en Cuba porque el venezolano es diferente al cubano y no lo va a aceptar". Que bien que ha funcionado la franquicia cubana adquirida y puesta en marcha por Hugo Chávez,  la cual, durante los últimos quince años, nos ha vuelto dependientes de las dádivas del gobierno, conformistas, pendientes del Cupo  de Cadivi (dólares preferenciales para viajar) y de los productos subsidiados,  para vivir a expensas de las grandes equivocaciones de este gobierno!

Sí, porque todos esos subsidios que un día a muchos les  resultaron convenientes, todos esos "regalos" que nos permitieron obtener insumos a bajo costo y dinero fácil (ayuda a madres por cada hijo y sueldo mínimo para los presos) sin mucho esfuerzo, son en gran parte los causantes de la pasividad y el conformismo que no nos han permitido salir a luchar por lo que es nuestro. De esta manera fueron comprando conciencias y ganando adeptos.

Es justamente esta pasividad,  la que le ha permitido al gobierno chavista perpetuarse en el poder, con un presidente que jamás ha demostrado frente a los actores políticos y al pueblo su nacionalidad venezolana, aunado  al hecho  de haber llegado  al poder mediante un proceso electoral  altamente cuestionado.




Otro factor importante a considerar, en el deterioro de la economía, son las expropiaciones de medianas y grandes empresas nacionales y foráneas llevadas a cabo por este gobierno, muchas veces sin ningún tipo de indemnización para sus dueños. Además, de las represalias impuestas a otras de ellas, las cuales van desde la fijación arbitraria de precios sin tomar en cuenta la realidad del mercado venezolano y la estructura de costos del rubro en cuestión, hasta su asfixia por falta dólares para adquirir los insumos necesarios para su funcionamiento; todo lo cual ha destruido el aparato productivo y el empleo en Venezuela, ya que toda empresa que ha caído en manos del gobierno se ha vuelto improductiva.

Que dolor me da mi país y que impotencia me da al ver a los presos políticos y a unos pocos más luchando solos. Y dónde están los demás venezolanos? Ahhh si ya recuerdo! Están haciendo colas para comprar comida! Qué bien diseñada está la franquicia cubana. Justo eso es lo que buscan: que nos entretengamos, nos resignemos a la libreta alimenticia y se nos vaya la vida en una cola, así no tendremos tiempo para salir a protestar.

Que pronto olvidamos los venezolanos. Pero cómo lo hacemos? No puedo entenderlo!

Cómo olvidar al país próspero y abundante en el que vivíamos. No fue hace tanto tiempo cuando los anaqueles de los supermercados estaban llenos de distintas marcas de productos, cuando podías ir a una farmacia y conseguir todos los medicamentos que te enviaba el médico, cuando podíamos caminar seguros por las calles, cuando todos los venezolanos, independientemente del color político, eramos hermanos y se respetaba y valoraba a los empresarios por trabajar honradamente y generar empleo. Ese es el país al que tantos inmigrantes europeos llegaron, echando raíces y generando riquezas para ellos y para la nación. Cómo olvidar todo eso... Y que ironía que sean los jóvenes, que crecieron en este régimen y que no vivieron toda esa abundancia, los que estén allí afuera dando la cara.

Por favor: Bolivia, Argentina, Ecuador, España mírense en este espejo.

Por favor Venezuela! Despierta mi Patria. Despierta por Dios Despierta!

Ligera de equipaje

La verdad es que este título me gusta tanto que me habría encantado que se me hubiese ocurrido a mí porque es algo con lo que me identifico mucho.

Por alguna razón, quizás porque en el fondo conoce mi amor por la libertad, la Vida me ha ido poniendo en situaciones en las cuales me he visto forzada a deshacerme de ciertos bienes materiales y estructuras sociales – o quizás nunca las he tenido del todo muy integradas a mi ser -.

Aunque siempre, como la mayoría de los mortales, soñé y luego tuve la dicha de tener una familia, una casa cómoda, un buen carro, un negocio familiar y un perro, poco tiempo después de casarme el destino me tenía deparadas varias sorpresas. El matrimonio no salió como pensábamos, el negocio tampoco, la casa y el carro hubo que venderlos para pagar las deudas y comenzar de nuevo y a los perros, bueno… eso es otra historia… a los perros tuvimos que regalarlos porque mataron a la llama bebé (hija de una llama procedente de Perú) del vecino, la cual tenía ya vendida a un circo.

Pero aunque todo suene como un drama-comedia, la verdad es que hoy en día no lo veo de esa manera. Eso que en aquel momento parecía el fin, fue el inicio de una vida llena de libertad y oportunidades de aprendizaje y crecimiento que quizás no habría tenido en el marco de una vida familia “perfecta”.

Entonces, luego de tener una casa grande, que luego cambiamos por un cómodo apartamento propio de cuatro habitaciones y tres baños, pasé a vivir alquilada en un sitio mucho más pequeño pero con un alquiler muy conveniente (dos habitaciones y un baño), donde en principio no cabían todos mis muebles, para pronto darme cuenta que tampoco necesitaba de todo eso.

Unos años después, La Lotería del Táchira, dueña del apartamento donde vivía con mi hijo, me solicitó su devolución, así que me vi forzada a regalar unas cuentas cosas más, donar todos mis muebles a un apartamento propiedad de mi familia y meter todos mis peroles restantes en seis cajas que guardé en un closet de ese mismo apartamento. Lo más curioso es que rara vez he ido a buscar algo de lo que está en esas cajas, lo cual quiere decir que la mayoría de lo que está allí no me es realmente indispensable.

En estos momentos, todo mi mundo material (o la mayoría de él) se encuentra en una habitación en la casa de mi madre, desde la cual me muevo con total  comodidad a donde me place. En ella uno de mis objetos más preciados, mi juego de maletas, me permite estar siempre lista para mi siguiente aventura.

Una cama, mi ropa (que creo que es demasiada), una cartelera donde coloco mis metas y planes más importantes, así como algunas fotos de mis seres queridos, y una mesita de noche, son las cosas que me acompañan cuando estoy en casa. Y aunque en mis ensoñaciones siempre viene a mi menta la hermosa casa con el patio para comer afuera y una pequeña piscina, la familia y el perro; debo reconocer que se siente muy bien vivir ligera de equipaje.



miércoles, junio 10, 2015

La libertad

Hoy he elegido escribir sobre la libertad porque de todos los valores para mí, junto con el amor y el respeto, son los más importantes.

Para mí la libertad lo es todo. Es poder levantarme en la mañana y decidir qué hacer y a dónde ir. Es rediseñar todos los días mi vida nuevamente. Es mantenerme en una continua metamorfosis a tal punto de que no sé qué seré mañana porque el Ser no es algo estático sino algo en continuo movimiento y transformación. Es como la naturaleza funciona y como nosotros funcionamos también. Si lo ves con cuidado, si observas un paisaje detenidamente no hay dos instantes iguales. En cuestión de minutos o segundos el viento sopla en sentido diferente, una hoja se ha caído del árbol, otras más se han movido de lugar, algunos animales han llegado y otros se han ido. Y aunque el paisaje nos pudiese parecer exactamente igual en verdad no lo es.

Lo mismo sucede con nosotros, no somos los mismos que ayer ni seremos los mismos de mañana. Encasillarnos en un molde de lo que “deberíamos” ser es ir contra Natura. Por el contrario, la libertad de movernos y cambiar es nuestra verdadera naturaleza. Por ello creo que la libertad es algo que no podemos negociar. Sin embargo, ejerciendo nuestra libertad podemos decidir compartir nuestro tiempo y nuestro espacio, pero esto sería nuestra elección no la de los otros.

Y cómo saber si estamos ejerciendo nuestra libertad? Cuando nos sentimos cómodos y en paz en donde y con quien estamos, y cuando nos sentimos vivos y dispuestos. Preparados para nuestra siguiente aventura. Cuál será? No lo sé. Pero es lo que al final es la vida Una Gran Aventura. Como El Mago de Oz o Alicia en el País de las Maravillas. Y TU eres Alicia. No te conformes con menos.

Pero no te confundas, quien te persigue, quien te quiere atrapar, no son los fantasmas de afuera. Es tu propio inconsciente acostumbrado a aprisionarte. Y de seguro que así has enseñado a los demás a tratarte y no puedes pretender que ellos te vean diferente de un día para otro. Pero seguro que poco a poco, dentro del mayor respeto por tus tiempos y los de los demás, todos (ellos y tú mismo) podrán entender que tu naturaleza, al igual que la de ellos, es la LIBERTAD. Y gracias a Dios que es así.