lunes, junio 15, 2015

El orgullo de ser gocho

Yo soy maracucha, nacida y criada en Maracaibo. Orgullosa de mis raíces zulianas. De padre de Santa Bárbara del Zulia y madre gocha. Una mezcla un poco extraña porque creo que son dos de las regiones de Venezuela con idiosincrasias más dispares.

Crecí escuchando bromas en contra de los gochitos, cosa a lo cual nunca le di importancia porque sabía de fuente directa que de tontos no tenían nada. Con siete presidentes venezolanos gochos y un gran don de mando, si parecieran ser tontos sería sólo en apariencia y más bien por conveniencia.

Los gochos son cordiales, conservadores en sus gastos y costumbres, y más bien cerrados en su círculo de amistades (pocos te abren las puertas de su casa apenas te conocen). Tienen algo que siempre me ha conquistado: difícilmente sabrás a primera vista cuando un gocho es adinerado o de los estratos más humildes. Su educación e impecabilidad al vestir y hablar hace de esta tarea algo bastante difícil. Por otra parte la sencillez de los que más tienen harán que pasen desapercibidos poniéndolos a todos, indistintamente de su clase social, en una línea muy cercana y difícil de diferenciar.

Todo lo contrario a mis coterráneos maracuchos, a quienes les encanta mostrar lo que tienen y en quienes las diferencias sociales están más marcadas. No obstante, debo decir a su favor que el calor de los maracuchos no es sólo por sus entre 30 y 40 grados centígrados de temperatura permanentes, sino también por su calidez para recibir y acoger a cuanto visitante acaban de conocer, llevarlo a su casa, presentarle hasta a el gato y luego darle su cama para que pueda descansar.

No obstante, este artículo es sobre los gochos y sobre como yo, luego de llevar viviendo en San Cristóbal más de 18 años y de haber criado a mi hijo en esta tierra, hoy me siento más orgullosa que nunca de mis raíces andinas.

Y eso por qué? Muy sencillo, mi orgullo se remonta a febrero del 2014. Comenzando el día 2 de con la primera reunión convocada por María Corina Marchado y Leopoldo López, momento en que el pueblo acude al llamado y se reúne para intercambiar ideas sobre los problemas que nos aquejaban y las posibles soluciones. Luego el 5 de febrero, tiene lugar, de manera espontánea, una protesta pacífica en la Universidad de los Andes, región Táchira, en reclamo por la inseguridad, debido a un intento de violación de una compañera dentro del campus universitario. A esta protesta las autoridades estadales reaccionaron atacando y llevándose presos a varios estudiantes, acción que generó un estallido en una ciudad ya azotada por el desabastecimiento y las largas colas para colocar gasolina.

Esto fue el preámbulo de lo que serían dos meses y medio de lucha de un pueblo, contra la represión del gobierno de Nicolás Maduro. Dos meses y medio que sólo los que vivimos en San Cristóbal podríamos entender. Y un lapso en el que este pueblo aguerrido se ganó el respeto de toda Venezuela, del mundo y, por supuesto, el mío. 

Esta lucha dejó cientos de detenidos y más de cuarenta fallecidos, pero también sirvió para desenmascarar al gobierno de Venezuela, que venía exhibiendo una fachada de “democracia” basada en una cantidad exagerada de procesos electorales, que sólo pueden demostrar la necesidad del régimen de hacerse ver como demócratas frente a la opinión internacional.

Es así como el sufrimiento que vivimos durante esos dos meses, ese toque de queda autoimpuesto luego de las doce del mediodía de cada día, trajo sus frutos. Y sólo por recordar y darle mérito a quien lo tiene. Lo que comenzó en la Universidad de los Andes pronto se extendió a la Universidad del Táchira, donde los estudiantes atrincherados en su Casa de Estudio, se organizaron para defender la libertad.

Seguros de que el socialismo del siglo 21 no tenía nada que ofrecerles sino miseria, prefirieron arriesgar sus vidas con la esperanza de tener un futuro más prometedor. Y lo suyo hicieron los vecinos quienes defendieron a capa y espada a estos estudiantes. Les llevaron comida, medicinas y se ocupaban de avisar, empleando cacerolas, incluso a altas horas de la madrugada, sobre los ataques nocturnos que la guardia nacional les propiciaba para tomarlos desprevenidos.

Pero ellos se mantuvieron firmes en sus ideales. Tomaron la Avenida Carabobo y el tanque de guerra como símbolo de su  lucha. Sufrieron algunas bajas, pero nada los detenía. La lucha que comenzó por los estudiantes se extendió al resto de la ciudad que pronto estuvo llena de guarimbas por doquier. Independientemente de las críticas que las guarimbas hayan sufrido a lo largo del territorio nacional, la gran verdad es que los gochos se enfrentaron con gallardía al régimen y lo hicieron tambalear.

Lamentablemente, sólo los gochos, y algunos merideños, maracuchos y valencianos valientes (pero en verdad muy pocos) dieron la lucha que Venezuela necesitaba. Los dejaron solos. En ocasiones veíamos mensajes de apoyo por las redes sociales. Quizás el resto de Venezuela pensó que era suficiente con la lucha de los gochos para sacar a un gobierno que la mayoría se ocupa en criticar (pero sólo eso), quizás el resto se quedó esperando a que los otros se arriesgaran y se expusieran por ellos, quizás el miedo se ha apoderado del venezolano... No lo sé. Y si no por qué otra razón el resto del país se conformó con ver las noticias por CNN y hacerle barra a los gochos? Aún me lo pregunto y no tengo respuestas…


Yo viví cada día de esos dos meses y aún los recuerdo. Recuerdo la avenida Caracobo y su tienda de campaña y el tanque de guerra y unos cuantos jóvenes jugando a ser libertadores de un país, con la esperanza en sus ojos, y unas cuantas calles cercadas con alambre para protegerse de la guardia y de la desigual lucha entre piedras y pistolas. Y esas calles desoladas que me hacían recordar al lejano oeste y aquel clamor de los gochos por volver a ser libres… y yo sólo pensaba, Dios, qué orgullo se siente el tener sangre gocha corriendo por mis venas!

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