domingo, junio 14, 2015

Ligera de equipaje

La verdad es que este título me gusta tanto que me habría encantado que se me hubiese ocurrido a mí porque es algo con lo que me identifico mucho.

Por alguna razón, quizás porque en el fondo conoce mi amor por la libertad, la Vida me ha ido poniendo en situaciones en las cuales me he visto forzada a deshacerme de ciertos bienes materiales y estructuras sociales – o quizás nunca las he tenido del todo muy integradas a mi ser -.

Aunque siempre, como la mayoría de los mortales, soñé y luego tuve la dicha de tener una familia, una casa cómoda, un buen carro, un negocio familiar y un perro, poco tiempo después de casarme el destino me tenía deparadas varias sorpresas. El matrimonio no salió como pensábamos, el negocio tampoco, la casa y el carro hubo que venderlos para pagar las deudas y comenzar de nuevo y a los perros, bueno… eso es otra historia… a los perros tuvimos que regalarlos porque mataron a la llama bebé (hija de una llama procedente de Perú) del vecino, la cual tenía ya vendida a un circo.

Pero aunque todo suene como un drama-comedia, la verdad es que hoy en día no lo veo de esa manera. Eso que en aquel momento parecía el fin, fue el inicio de una vida llena de libertad y oportunidades de aprendizaje y crecimiento que quizás no habría tenido en el marco de una vida familia “perfecta”.

Entonces, luego de tener una casa grande, que luego cambiamos por un cómodo apartamento propio de cuatro habitaciones y tres baños, pasé a vivir alquilada en un sitio mucho más pequeño pero con un alquiler muy conveniente (dos habitaciones y un baño), donde en principio no cabían todos mis muebles, para pronto darme cuenta que tampoco necesitaba de todo eso.

Unos años después, La Lotería del Táchira, dueña del apartamento donde vivía con mi hijo, me solicitó su devolución, así que me vi forzada a regalar unas cuentas cosas más, donar todos mis muebles a un apartamento propiedad de mi familia y meter todos mis peroles restantes en seis cajas que guardé en un closet de ese mismo apartamento. Lo más curioso es que rara vez he ido a buscar algo de lo que está en esas cajas, lo cual quiere decir que la mayoría de lo que está allí no me es realmente indispensable.

En estos momentos, todo mi mundo material (o la mayoría de él) se encuentra en una habitación en la casa de mi madre, desde la cual me muevo con total  comodidad a donde me place. En ella uno de mis objetos más preciados, mi juego de maletas, me permite estar siempre lista para mi siguiente aventura.

Una cama, mi ropa (que creo que es demasiada), una cartelera donde coloco mis metas y planes más importantes, así como algunas fotos de mis seres queridos, y una mesita de noche, son las cosas que me acompañan cuando estoy en casa. Y aunque en mis ensoñaciones siempre viene a mi menta la hermosa casa con el patio para comer afuera y una pequeña piscina, la familia y el perro; debo reconocer que se siente muy bien vivir ligera de equipaje.



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