Esta frase la tomo prestada de un
conocido terapeuta: Luis Galdona y lo hago porque es algo que he podido constatar en mi
propia vida. Los seres humanos nos crecemos en las dificultades que nos toca
vivir.
Es también cierto que existe una gran resistencia al cambio en la mayoría de nosotros y es que a nadie le gusta salirse de su zona de confort donde lleva seguramente años, muy bien acomodado. Y como dice el dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer” así es que mejor me quedo en este matrimonio aunque no está del todo bien, o en este trabajo o en este círculo de amistades y pare Ud. de contar.
Es también cierto que existe una gran resistencia al cambio en la mayoría de nosotros y es que a nadie le gusta salirse de su zona de confort donde lleva seguramente años, muy bien acomodado. Y como dice el dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer” así es que mejor me quedo en este matrimonio aunque no está del todo bien, o en este trabajo o en este círculo de amistades y pare Ud. de contar.
Y posiblemente el que mira desde
afuera o el que ya pasó por allí dirá: pero bueno qué hace él (o ella) allí?
Por qué soporta a esa pareja o a ese jefe? Y quizás ni él/ella misma lo sepan
responder. No están del todo contentos pero al menos eso es lo que conocen. Allí
saben cómo moverse, qué esperar y qué no.
Pero como la Vida es sabia y
hemos venido a este mundo a evolucionar y a aprender, a pesar de encontrarnos
tan “a gustito” allí en esa zona de confort; en muchas oportunidades se nos
saca, hasta incluso a empujones, y se nos impulsa a salir de ese estado de
letargo en el que nos encontramos.
En algunas circunstancias un evento
inesperado llega a nuestra vida cual terremoto y luego de irse nos deja toda
la vida revuelta. En otras ocasiones estos eventos no son tan imprevistos pero
de igual manera nos mueven el piso y de un día al otro nos encontramos
preguntándonos qué hago yo acá y qué quiero hacer con mi vida.
Y aunque todo parece estar de
cabeza y por momentos sentimos que podemos llegar a locura y que no seremos
capaces de sobreponernos a todo esto, algo dentro de nosotros se comienza a
despertar. Y empezamos a sentir que aun cuando la casa está toda patas arriba,
y que no sabemos aún con certeza dónde colocaremos cada cosa, o si algunas de
esas cosas las regalaremos o si finalmente nos mudaremos de casa; sí sabemos
que nos sentimos vivos y que lo que pase a continuación depende de una sola
persona: NOSOTROS MISMOS.
Y es allí donde la gran aventura
comienza y es como recorrer un largo camino que no sabemos con certeza a donde
nos va a llevar, que muchas veces dudamos si será el correcto, donde en más de
una ocasión nos sentaremos a llorar porque extrañamos esa zona de confort en la
que estábamos antes y empezaremos a decir que quizás no era tan malo después de
todo. Pero al final de la jornada, o al menos del día, cuando miramos atrás y
vemos el tramo del camino que hemos recorrido, tendremos que admitir que hemos
crecido como seres humanos. Que indiscutiblemente ya no somos los mismos que
comenzamos a recorrer ese camino, que no es fácil, pero que no lo cambiaríamos
por nuestro antiguo Yo.
Es en este momento cuando nos
damos una palmada, nos enorgullecemos de nosotros mismos y pensamos: Bendita crisis. Quizás yo no la
planifiqué conscientemente, quizás si me lo hubiesen preguntado habría
respondido: déjenme acá tranquilo(a) donde estoy; pero una vez más, nuestro
Ser, Dios, la Vida o como lo quieras llamar es sabio y conoce lo que más nos
conviene.
Y aunque es muy doloroso lo que
estamos viviendo todos los venezolanos. Aunque en este momento vemos la casa
patas arriba y el terremoto está aún ocurriendo, haciéndonos pensar que no
terminará jamás, si lo hará. Y es entonces cuando nos daremos cuenta que
necesitamos empezar a poner juntas todas las piezas que se rompieron y comenzar a colocar todo en orden. Posiblemente algunas cosas no tendrán remedio y tendremos
que botarlas, pero con la ayuda de todos podremos reconstruir de nuevo la casa:
Nuestra Venezuela, que es de todos. Un país en el que todos cabemos, porque no
fue hace tanto tiempo en el que todos los venezolanos nos mirábamos como
hermanos.
Pero es cierto, no seremos los
mismos. Y más vale que así sea. Porque no podemos permitirnos volver a cometer
los mismos errores. Y seguramente que aunque diferentes, seremos aún mucho
mejores de lo que éramos hace quince años. Y quizás, Dios quiera que así sea,
hayamos aprendido la lección: no podemos ser felices, ni ricos, ni saludables
si nos olvidamos de nuestros hermanos. El Individualismo es lo que nos ha
llevado a esta crisis y la Unión lo que nos puede sacar de ella. Así que Bendita Crisis.
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